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Hasta aquí llegó

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Dice el escritor español Manuel Martín Ferrand que en lo que ha dado en llamarse "la vieja Europa" la tendencia, hasta ahora, ha sido la de comprensión hacia el dictador Castro. A eso que en España se le identifica como la "progresía", y que es sinónimo del "progresismo" nuestro, término usual para identificar la regresión y el estancamiento de las ideas, y que el escritor califica como segmento social variable y de difícil catalogación, reía con facilidad ante las gracias del tirano. Incluso algunos conocidos nombres de la derecha clásica como el de Manuel Fraga, se han manifestado con ternura frente al sanguinario y contumaz autócrata que en nombre de "la revolución" hace de su capa un sayo y entre sermón y perorata apiola a cuantos se le ponen por delante sin el culto de la latría que exige para sí mismo. Pero ante las atrocidades de último momento ni la vieja ni la nueva Europa pudieron más. Institucionalmente la Unión Europea acaba de condenar en declaración de Luxemburgo "a las recientes acciones de las autoridades cubanas, especialmente las ejecuciones, las detenciones a disidentes en gran escala, los juicios injustos y las sentencias arbitrarias y excesivas" que muestran "un deterioro suplementario de la situación de los derechos humanos en Cuba". El anuncio es tan categórico como elocuente, y demuestra que el famoso embargo con que la dictadura cubana y sus simpatizantes se llenan la boca para justificar la opresión del régimen, no le había impedido nunca al país comerciar libremente con Europa, pero ahora será distinto. Así, se advierte que los actos condenables —ahora y recién ahora— "afectarán a las relaciones de Cuba con la Unión Europea y a la perspectiva de un incremento de la cooperación entre ambas partes".

Pero intelectualmente también la barbarie ha hecho estragos, porque hasta José Saramago, viejo comunista portugués, en "El País" español acaba de tomar distancia del energumenismo castrista. "Hasta aquí he llegado" sentenció como forma de repudio de estos últimos actos de Castro. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo". Pobre Saramago, lo defraudaron.

Ya no será tan fácil festejarle las gracias al déspota, condenado desde distintos rincones del mundo. Para su consuelo le queda, es cierto, nuestra izquierda, en donde tiene seguro escenarios colmados para aplaudirlo.

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